viernes, 2 de marzo de 2018

ANÁLISIS DE UNA IMAGEN




La imagen que a continuación voy a describir de forma objetiva y subjetiva se trata de una ilustración realizada por mi profesor Luis Camacho Campoy, y que he obtenido de su página web. En ella podemos ver a una mujer de mediana edad, bien vestida, sujetando una máscara un tanto peculiar y que está posando junto a una mesa y ante un fondo que parece una pared de cortinas.

La imagen descrita presenta un encuadre rectangular en una disposición vertical y una angulación de tipo frontal, es decir, una angulación a la altura de los ojos. La posición de los elementos es la siguiente: la mujer, que es la figura principal, se sitúa aproximadamente en la mitad central del formato, por lo que visualmente lo divide en dos partes. Justamente en la parte derecha hay una mesa que parece de madera, adornada con flores, y en la que se está apoyando la mujer con el brazo izquierdo. Visto desde el espectador, se puede decir que, al igual que la mesa está en la parte derecha, la máscara que sujeta el personaje con el brazo derecho, forma parte del lado izquierdo. Por otro lado, el formato presenta un plano general, con el que se ve tanto la figura como el fondo en el que se sitúa.

En cuanto a la técnica, se ha realizado con lápiz de grafito y a base de entramados de líneas y sombras que aportan volumen y profundidad. Obviamente, al ser una ilustración hecha a grafito, hay una ausencia de color que sumada a los tonos grises y negros del propio lápiz, crean un sentimiento y una atmósfera de tristeza, pesar, ansiedad,… ya que el negro es uno de los colores relacionado con estas emociones.

Por otro lado, el fuerte contraste entre las sombras y la luz, procedente de la parte derecha, hace que parezca una imagen tratada para conseguir un efecto Dragan, con el que realzar más los detalles del rostro, los pliegues del vestido, las arrugas de las cortinas, etc.

Por último, el grado de iconicidad es bajo, porque no es posible que una persona sujete su cara como si fuera una máscara y dejara al descubierto los músculos y tejidos del rostro.

En base a la lectura objetiva que acabo de realizar, mi lectura subjetiva sería la siguiente:

En primer lugar, lo que impacta y llama la atención es el hecho de que la máscara que está sujetando la mujer sea su propia cara, como si se la hubiera arrancado del cuerpo. Esto, junto con el nombre de la obra “Máscara para el baile”, me hace pensar que el quitarse la cara y dejar al descubierto sus entrañas es porque quiere mostrar su interior, su personalidad reprimida por tener que aparentar quien no es.

No es una cara feliz y alegre, sino un rostro triste, con pena. Es una cara de circunstancia, propia para la ocasión. Si nos fijamos en el tipo de vestido y peinado, podemos interpretar que es un dibujo ambientado en una época antigua y por lo tanto, el baile al que va el personaje es un ambiente social, en el que hay muchas personas y donde tienes que mostrar lo mejor de ti.  Eso significa intentar actuar de un modo casi perfecto para así posicionarse y salir victorioso del momento. En síntesis, ponerte la máscara para aparentar y ocultarte ante la sociedad.

Por otro lado, la pose en la que se encuentra la señora, el movimiento de brazo y mano, y con la fragilidad y el cuidado con el que sujeta la máscara, para mí representa que todo lo que mostramos es frágil y efímero, que no es una personalidad sólida que podamos mostrar sin miedo a que se acabe rompiendo.

El exterior de una persona es lo primero en lo que nos fijamos y, parece que es lo único que importa a la hora de decidir si merece o no la pena conocer realmente a esa persona. Por eso, parece como si quisiera abandonar la pose y el estereotipo que representa la cara, en este caso, la máscara.

Personalmente esta ilustración me transmite una realidad que, en mi opinión, vivimos todas o la gran mayoría de las personas. Vivimos bajo una presión social que hace que en algún momento de nuestra vida tengamos que aparentar lo que no somos, hasta tal punto que esta farsa se convierte en parte de nosotros, se convierte en la cara que mostramos al público y con la que, al fin y al cabo, acabamos conviviendo. Sin embargo, esa máscara que todos llevamos en el día a día se acabará rompiendo o explotando por la presión contenida, la presión de mantener un “doble vida”, lo que eres y lo que muestras o actúas ser.

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